LA FELIZ NIÑEZ
Anselmo espera impaciente en la Estación la llegada del
tren. Su amigo Fede viene a pasar unos días con él. Recuerda cuando hace ya
muchos años y montados en un viejo burro, iban a llevarle a su abuelo la comida
al campo. Cuando pasaban junto a una reguera que los hortelanos utilizaban para
regar sus cosechas, el burro bruscamente se agachó para beber y Fede cayó de
cabeza en la reguera, y por estar lejos del pueblo tuvo que estar muchas horas
con la ropa empapada. Pero lo peor fue una tarde en que la abuela para evitar
(según pensaba ella) alguna travesura, les obligó a ir con ella a la iglesia,
ya que había quedado con unas amigas allí. En aquella época las faldas de las
mujeres eran largas y amplias. Fede y él para no aburrirse se llevaron una
aguja de coser y un rollo de cuerda, y desde un banco detrás fueron cosiendo
las faldas. El problema fue al terminar la ceremonia y cada una intentar ir
para un sitio distinto, que al estar con las faldas unidas, por el tirón a una
se le cayó la falda, ¡y con el escándalo del cura!, se quedó en ropa interior
en mitad de la iglesia.
El abuelito Valentín.