LA PERRITA FELIZ
Andrés esa noche no había podido dormir, ¡era la noche de Reyes
Magos!. Apenas era de día cuando fue a mirar en el Árbol de Navidad. La caja
más grande estaba llena de agujeros y pensó en una broma, pero al quitar la
tapa ¡su grito de alegría despertó a todos!. De la caja salió lo que tanto
deseaba ¡¡Una perrita!!. Los demás regalos casi quedaron olvidados. Le dieron
el nombre de Estrella y todos los mimos eran para ella. Pero al poco tiempo ya
no había mimos, discutían a quien le tocaba sacarla a la calle. Cuando sintió
miedo fue al llegar la Semana Santa, les
oía decir enfadados: Que pena que este año no podemos ir al mismo sitio ya que
allí no admiten perros. Se tranquilizó al ver que el día del viaje recogían su
mantita y cacharros.
Pobrecilla
no se suponía lo que tramaban contra
ella. Nada más amanecer paró el coche y le pidieron bajar para hacer sus
“cositas”. Pero al instante el coche arrancó dejándola en tierra. Pensó en una
broma pero después de mucho tiempo no volvieron a por ella. Estrella abandonó
aquel peligroso lugar y se dirigió hacia una luz que pensó que era una casa, pero
era una hoguera debajo de un puente y junto a ella el personaje más raro que
había visto nunca. Una larga cabellera y una poblada barba casi le ocultaban el
rostro; pero cariñosamente le ofrecía un poco de lo que estaba comiendo. A
partir de ese día no se separó de aquel nuevo amigo. Aprendió que la bondad y
el cariño se pueden encontrar en
cualquier persona por raro que sea su aspecto físico. Lo importante es que
tenga buen corazón y sentimientos. Y como así ocurrió, ahora se lo cuenta a sus
queridos niños y mayores…
El abuelito
Valentín.
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