Hace ya unos cuantos años, a mi barrio, llegaron como emigrantes un joven matrimonio chino.
Empezaron ganándose la vida con una pequeña
tienda de “chucherías” para los niños, y otras cosas para los olvidos de
los mayores.
Pasado más de un año, les nació un precioso niño, que pronto
fue conocido por todos con el nombre de
Manuel ( su nombre chino, era difícil de pronunciar ). Cuando tuvo la edad
correspondiente empezó a ir al colegio. Pronto,
su alegre carácter y bondad, le
sirvieron para disfrutar, de la amistad de sus compañeros. Con un grupo,
se apunto a unos cursillos de natación. ¡¡ Aquello fue providencial!!.
Un día, en que el
colegio había ido de excursión – y por la imprudencia del guía – estaban
pasando por una estrecha y resbaladiza senda, junto a un peligroso rio….su amiguita y compañera Guiomar, tropezó
y cayó al rio. Cuando ¡todos gritaban
sin saber qué hacer! …Manuel,
dejó su mochila en el suelo, y se lanzó decidido al rio, en ayuda de su
amiguita y compañera. Luchando con la frialdad del agua y la fuerte
corriente, consiguió llevar a la orilla a su amiguita, y compañera. Aquel gesto, le hizo ser aun más querido y apreciado en el
colegio.
En la Fiesta de Fin de Curso, cuando le entregaron sus excelentes notas ¡también le entregaron a
Manuel, un Diploma nombrándole, Alumno
de Honor del Colegio.
Y, entonces ocurrió
algo gracioso, y sorprendente. Una “ despistadilla “ señora, le dijo a Manuel…hablas muy bien el español,
¿ de qué parte de China eres?.
Manuel, ¡sacó pecho! , y con
orgullo respondió. ¡soy Madrileño!.
Sin que en el Cielo hubiese nubes…¡se escuchó un fuerte
trueno!.
¡fue la carcajada, y
el aplauso que San
Isidro le dio
a Manuel el
Madrileño!.
A ese aplauso, se une
con alegría.
El abuelito Valentín.
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