LA PEQUEÑA NUBECILLA
El patio de aquel lindo colegio tenía una gran actividad, pero los
niños y niñas llegaban igual que todos los días con sus mochilas. Pero, ese día
las mochilas no llevaban libros ni cuadernos. Llevaban bocatas, fruta, y
chucherías. El colegio se iba de excursión. Cuando llegaron los autocares todos
querían subir a la vez…los profesores tuvieron que poner un poco de orden.
En el viaje fueron cantando canciones, contando adivinanzas,
y jugando al juego del veo veo. Y así llegaron al sitio más bonito que os podéis
imaginar.
Hicieron varios concursos: Ver quien saltaba más tiempo a la
comba, quien saltaba más lejos, y así pasaron toda la mañana. Pero…a la hora de
la comida, los profesores miraban preocupados al cielo. Un nubarrón que cada
vez se hacía más grande y más negro amenazaba que la tarde, no sería tan
divertida.
Lo que nadie vio fue a una pequeña nubecilla, que toda la
mañana había disfrutado viendo a los niños jugar, y ahora, discutía con el
nubarrón y le decía: Escúchame grandullón. No pensaras estropearles la tarde a mis
amiguitos, mojándoles cómo tu sueles hacer. El nubarrón le dijo: No es culpa mía
que hayan venido hoy en que yo he prometido mi agua a los campesinos para regar
sus cosechas y no les puedo defraudar. Pero, la nubecilla seguía defendiendo a
los niños, diciendo: ¿ves a esa niña rubia tan guapa?...Si la mojas se pondrá
malita y no podrá ir al colegio, y a ella le gusta mucho estudiar. Y así a
todos los niños. Entonces el nubarrón y la nubecilla, hicieron un trato.
El nubarrón, dijo a la nubecilla. Para no mojarlos de golpe,
daré primero unos grandes truenos, y abriré uno de mis grifos más pequeños y
dejaré caer unas gotitas, y tú
nubecilla, diles a los profesores, que se metan en los autocares, y así no les mojaré.
Nada más entrar el último niño…el grandullón, abrió todos
los grifos y el agua corría con gran alegría de los campesinos.
Ya en el viaje de regreso, los profesores les contaron a los
niños la gran ayuda de la pequeña
nubecilla.
Por eso si alguien pide vuestra ayuda no podéis decir: Yo
cómo soy pequeñito no puedo hacer nada. ¡ya lo creo que podéis!.
Si un día veis a los papás, o a los abuelitos, o a los profesores,
que están tristes…Un abrazo y un besito, es una ayuda ¡tan grande! Cómo la que
les dio a los niños, la pequeña nubecilla el día de la excursión.
Y cómo así ocurrió, ahora se lo está contando a sus queridos
niños…
El abuelito Valentín.
Y colorín colorado…éste cuento ¿Os ha gustado?.
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