viernes, 7 de junio de 2013

RECUERDOS DEL PASADO



Recuerdos del pasado

Si Darius Lojam lo hubiera sabido, nunca hubiese desenterrado esa cajita de metal oxidado de su jardín.

Era un día tórrido de verano y Darius, un chico de 22 años, intentaba pasar el día lo más fresco posible en su casa de campo con sus padres. Era una casa apartada del pueblo de Kurlin y la tienda más próxima se encontraba a 5 Kilómetros; la casa estaba rodeada de una arboleda de pinos y abetos, y no muy lejos de allí, descansaba un panteón familiar, que cada año, una parte de los miembros de su familia se dedicaba a limpiar y mantener más o menos decente, este año les tocaba a ellos.
A Darius, no le gustaba demasiado veranear en la casa, pues dejaba en la ciudad toda su vida, sus amigos, y a su pareja, Gabrielle, no soportaba estar lejos ella. Darius no era un chico muy valiente, y el hecho de estar a 300 metros de un panteón con los cuerpos sin vida de sus familiares le incomodaba bastante; su padre, Alfred le decía en tono irónico:
 - Míralo por el lado bueno, por lo menos no son unos vecinos muy ruidosos.
Pero eso a él no le tranquilizaba, y mucho menos le hacía gracia. Su madre, Claudia era más pasota, y prefería resignarse y acabar la tarea lo antes posible. De vez en cuando suspiraba  a su marido y decía:
 - Ya me pueden tener una alfombra roja para cuando suba arriba yo también.
A lo que su marido la respondió mientras la veía limpiar la tumba de su suegra:
- Estás haciendo algo bonito por mi madre
– Tu madre no haría esto por mí, nuca le guste
– Ya no se lo podemos preguntar – dijo él con sarcasmo.
Mientras tanto Darius se encontraba en la casa, sentado en el sofá del salón, con el ventilador, e intentando buscar algo interesante en la tele. Hacía zapping pero nada, y además era un aparato antiguo que no contribuía a obtener una imagen nítida, y el 60% de los canales se veían mal, o peor, no se veían, pero él no cesaba en el intento, pasaba de un canal a otro en sentido ascendente.
- Un momento, ¿Qué ha sido eso?
 Entre canal y canal le pareció ver reflejado lo que era la cara de una chica, una chica de cabello oscuro, como el suyo, y acto seguido notó una mano en su hombro y una respiración en el cuello.
– Que miedica eres hermanito
La tonta de su hermana pequeña Cristine, de 10 años le había gastado una broma, y lo que él vio fue su simple reflejo.
- ¿Por qué eres tan estúpida Cris?
- Deberías estar ayudando a papa y mama – dijo ella.
– No te metas, ya sabes que no me gusta ese sitio, me da escalofríos.
- Bueno, por lo menos así no tendrás tanto calor, jajaja… - y dicho esto salió corriendo al jardín.
Aunque le fastidiaba, tenía razón, no en los escalofríos, sino en que no era justo que mientras ellos trabajaban, él estuviera tranquilamente descansando, al fin y al cabo también era su familia. Asique salió de casa en dirección al panteón.
- Papa, mama, he venido a ayudar.
- Muy bien, nuestro hijo ya se ha hecho un hombre – dijo su padre frotándole la cabeza.
A Darius no le gustaba que le trataran como a un niño.
- Vete quitando las hojas secas de fuera y las malas hierbas cariño -  le dijo su madre.
Darius hizo lo que le dijeron, al cabo de media hora recogiendo se sentó un momento apoyado en la pared de ladrillo gris del panteón, pues el estar agachado continuamente y tirando de los rastrojos era agotador. Se relajó demasiado y dejo caer la cabeza hacia atrás dándose involuntariamente un golpe contra la vertical.
- Aaauuu
Miró el dichoso ladrillo con el que se golpeó.
 – No puede ser, ¿me lo he cargado?
Darius no se lo podía creer, un duro ladrillo se había roto con un golpe de su cabeza, ¿o es que acaso no era tan duro como debería?
El chico intento arreglarlo recomponiendo los trozos, pero cuanto más lo tocaba, más trocitos se hacían, finalmente quedó el hueco, pero algo había dentro.       Darius forzó la vista para evitar tener que meter la mano en el agujero, pero al final lo hizo, y sacó una cajita de metal oxidado de un tamaño algo más pequeño que un ladrillo, lo justo para entrar en la negrura de la pared. Tenía cerradura, pero estaba tan destartalada que abrió sin problemas.
- ¿Qué es esto? – dijo sacando un papel amarillento. - es una carta – aunque la tinta faltaba en algunas zonas, todavía se podía leer:
     Amada mía, te escribo esto porque no sé si volveremos a encontrarnos algún día, me acusan de haber robado el dinero del banco Candle, no me queda otra alternativa que la huida de este pueblo.
Perdóname, pero esto no es una nota de compasión, sino de confesión, efectivamente he robado el banco, pero ha sido por una buena causa.
Te quiero demasiado para ocultarte la verdad, asique confío en ti para que guardes esta carta. Espero que podamos volver a vernos algún día. Cuida de Alfred.
Te quiere
Jack Lojam.”
- ¡Es mi abuelo!- dijo pálido Darius.
No sabía porque, pero no podía enseñarle esta carta a Alfred, pues él tenía a su padre como un héroe de guerra que partió al combate y murió defendiendo su país, luego le devolvieron el cuerpo a su familia, y ellos le enterraron junto a los suyos en un nicho condecorado con adornos de medallas al valor. Su abuela enfermó debido a la pena poco después de aquel funeral privado, también murió y fue enterrada en un ataúd al lado de su marido. Alfred conoció a Claudia, hija del comisario del pueblo dos años antes de la muerte de su madre, y fue a la ciudad a vivir con ella. No, no podía destruir la historia de su familia.
Darius se preguntó en que gastaría su abuelo el dinero, cuál sería la buena causa, pero eso es algo que ya no sabría. Ahora todo encajaba, su abuela escondió la carta en la cajita y la colocó entre las paredes de aquel panteón, justo en el lado más próximo a su nicho, para que simbólicamente ella siempre guardara el secreto a su lado. Ahora el secreto se ha desvelado, y la tarea de mantenerlo oculto ha pasado  a otra generación


           Daniel López Huerta

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